Elegía en la muerte de mi abuela, Narcisa Ramírez.
los párpados
de tus ojos,
se extinguió
la luz que alumbrara
la oscuridad
de mi corazón.
Te arrebataron
los brazos
de la muerte,
y te oculta
el abrigo
del silencio.
Hoy en mi desolada
estancia
tan sólo te peinan
los recuerdos,
que caen como vigas
sobre la sombra
de mi vida.
¡Ay…, Abuela!
La vida es un minuto
que se diluye
en las manos del tiempo.
¡Pero qué importa
recordarlo;
si tú ya no estás
para escucharme,
si te has marchado
en las ondas etéreas
dejándome sepultado
de amargura!
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